viernes, abril 19, 2013

CRONICA DE LA "OSAN CROSS MOUNTAIN" SALIENDO CORRIENDO DESDE HUESCA.

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.

Habíamos quedado con Saioa a las 21h. 40m. en la estación de autobuses de Huesca para partir a Osan. Después de cenar un poquillo vamos con Teresa a tomar un café tranquilamente y a esperar. El autobús se retrasa, pues es el último que llega a Huesca y para en todos lo pueblos que tiene que dejar y recoger a viajeros. A las 22h. 5m. llega a Huesca. Saludos de rigor, y sin más comenzamos a andar acompañando a Teresa hasta el Hotel ABBA. Los primeros comentarios son que los “hombres del tiempo” han dicho que haría buena noche. Despedida, y comenzamos a trotar por las calles de Huesca camino de Osan. Salimos por la Plaza de Santa Clara, Avda. de los Danzantes, llegamos al refugio de peregrinos de San Galindo (inaugurado hace pocos años, para conseguir la llave hay que llamar al teléfono indicado en la puerta), calle de Ramón y Cajal, calle de la División Azul, un par de rotondas en la zona industrial, y a poner los frontales. Es de noche y no se ve nada. Un coche está parado en el arcén de la primera rotonda, y cuando pasamos se va, llegamos a la segunda rotonda, y allí ha parado. Comentario: debe de ser la policía secreta, habrá pensado, adonde irán estos “chalados con sus locos cacharros”.
Tomamos la pista, un cartel envía por la calzada Romana, nosotros cogemos la que sale en subida hacía el oeste, sin cartel, y que nos llevará hasta la cuesta, llamada por los que la conocemos de ir en BTT, la revientachulos. La pista está bastante bien, algún pequeño tramo labrado por los tractores, nos salimos a los campos, y sin problemas. Vamos corriendo todo, pero en la revientachulos comenzamos a andar, tiene unos fuertes desniveles, y esta con mucha gravilla. Me acuerdo de las subidas en bici, desde Huesca, cuando se quiere intentar, suelo venir despacio para reservar todas las fuerzas. Aun así, unas veces se puede subir y otras hechas pie a tierra. Luego viene el circo, intentas subirte, pero no puedes, es prácticamente imposible, la rueda de atrás patina, y otra vez al suelo, lo intentas varias veces, al final desistes, el agotamiento te ha vencido. Yo he visto a alguno apajarado, medio vomitando por intentar subirla montado. La mirada hacía atrás es preciosa, se ven las luces de Huesca, y pueblos de alrededor, hemos ganado algo de altura, pues la pista va subiendo poco a poco ya desde Huesca. Tenemos una buena noche, pero sin luna. La luna esta creciendo, solamente esta a un 7% (Tras la luna nueva, la parte iluminada va creciendo a lo largo de otros 14 días, hasta que se alcanza de nuevo la luna llena. La luna creciente representa la luz, el crecimiento y la regeneración. A medida que la luna crece también lo hacen los organismos. En sus comienzos esta luna da más energía y predisposición a actuar, también hay mayor receptividad). Durará poco, enseguida se esconderá como en si fuera el juego infantil del escondite, pero para no volver a salir. El cielo está completamente estrellado, nos encanta mirarlo de vez en cuando. Lejos de las luces de la ciudad, el cielo estrellado es un bello espectáculo. Las noches despejadas de luna nueva son las mejores para observar el cielo estrellado. Hoy está completamente despejado, y la luna nueva a finalizado pero estamos
en el inicio de la luna creciente. Por cierto, símbolo del Islam. Tras finalizar la subida, llegamos a una carretera ancha y buena, pero sin circulación. Es la que lleva al nuevo pantano de Montearagón. La seguimos quinientos metros hacia el norte, para cruzarnos con la que lleva de Huesca a la localidad de Fornillos. La cruzamos y cogemos la pista que por el “saso” nos llevará ya completamente por llano hasta la carretera de Huesca a Apies. En este saso la vegetación arbórea es de pino de repoblación y carrascas. Tras llegar a la carretera de Apies, la seguimos durante unos doscientos metros, y nos metemos por una pista que sale al lado de una granja hacía el oeste, y luego en una bifurcación nos vamos hacía el norte. Ya en bajada, se llega a la localidad de Apies (situado sobre una colina, a 640 metros de altura, con una cruz de término del s. XVIII al inicio de la bajada al pueblo). Nos paramos en la plaza de la Iglesia (Es iglesia de nave única destacando de ella enseguida la portada, de seis arquivoltas apeadas en capiteles con motivos geométricos y con un curioso efecto proporcionado por sus dovelas almohadilladas. La más exterior de las arquivoltas tiene forma de zig-zag. También le confiere personalidad los modernos contrafuertes, grandes y rematados a dos aguas en la zona absidal. Está dedicada a San Félix) a tomar una barrita energética y beber algo de agua. Está adornada con un bonito jardín con flores. Apies tiene unos 80 habitantes censados. Pero esta noche no vemos a ninguno, son alrededor de la doce, y la gente debe de estar encerrada en sus casas. Tampoco vemos ningún perro. Soledad absoluta, en el único pueblo habitado de los que vamos a pasar. Por lo menos tiene luces. De aquí en adelante y hasta la zona de la Guarguera, la luz artificial la pondremos nosotros, la natural, las estrellas.


Ya ha pasado la medianoche
y no hay lobos por el horizonte
solamente la oscuridad
rota por el cielo estrellado
y la luz artificial de nuestros frontales


De Apies continuamos por una pista que sale al norte, entre la fuente y el lavadero, recientemente arreglada, hasta llegar a las ruinas del pueblo de Lienas, tras pasar por una fuente a la que no hacemos caso. Tras ver sus muros caídos al final del pueblo seguimos por un camino antiguo entre muros, dejando todas las pistas que aparecen. El firme de este camino está lleno de piedras sueltas por lo que hay que correr con mucho cuidado para no dañar los tobillos. Tomamos un pequeño tramo de pista hasta una ermita, tras pasar por su lado seguimos la pista que ya se adentra en la Sierra, gira al norte, y ya va bordeando los barrancos para no perder altura. A veces es senda y otras es pista, la vegetación empieza a invadir la pista. El barranco que cruza lleva bastante agua, normalmente son barrancos secos, pero este año ha llovido y nevado mucho por lo que baja mucha agua. A lo largo de toda la noche nos irán acompañando los sonidos del agua de los barrancos y de los ríos. Al finalizar la pista se llega a unos campos de cultivos con una mansión tipo “Dallas”, vallada. Seguimos bordeando hacia el norte los campos de cultivo, unos son de trigo y otros de soja y así llegamos a una caseta de campo en
ruinas. Desde aquí van a comenzar las dificultades, pues vamos a tener que salirnos un rato de los campos por una senda algo vestida, en otro tiempo fue senda, en la actualidad “no”. Me he puesto el frontal de Chus, sus 800 lúmenes nos permitirán ver mas distancia. Este tramo está después de bordear el campo, al final, cuando ya hay que bajar a otro campo. Tomamos una senda completamente vestida, pero se puede pasar entre la vegetación, el frontal nos da profundidad de campo, y yo la hice hace dos días. Antes habíamos tomado una que no llevaba a ningún sitio, por lo que volvimos atrás, pues la buena sale un poco antes. Si no se ha hecho de día es imposible tomarla. Tras pasar entre la vegetación llegamos al último campo. Hay dos opciones, la larga es bordearlo hasta coger la senda al Salto de Roldan, la otra opción es ir por medio de los campos. Como la hice hace dos días, tomamos la segunda opción. Error. Seguimos una rodada, y al poco tiempo estamos en medio de una campo, la nada. Si seguimos iremos directamente al río Flumen, por lo que cambiamos de dirección hacia el norte. Tenemos suerte, enseguida llegamos al borde del campo, y ya me acuerdo que pasé por aquí. Al fondo sale el camino. ¡Salvados! La verdad que meterte en medio de un campo inmenso de noche, sin brújula, y sin referencias es difícil orientarse. Esta ha sido la segunda vez que tenemos nuestras dudas pero que las hemos solventado en un momento. Una vez en la senda, que sube al Salto Roldan, lo próximo es no salirse de la senda por muy vestida que esté. Y es lo que hacemos. Senda muy vestida, que por el día tiene unas vistas impresionantes de la cara Sur del Salto de Roldán y del río Flumen, con su cañón de las Palomeras, y sus meandros inmensos. Cruza un barranco ya con fuertes cortados y mucho agua, las cascadas se oyen rugir. Y tras el viene la cresta que va entre este barranco y el de las Palomeras del Flumen hasta llegar a la base de la Peña San Miguel. Todo muy vestido, pero subimos concentrados para no perdernos. Y llegamos a la base misma sin ningún problema. Hacía dos días había estado limpiando algo la senda. No se nota nada. El ruido del cañón de las Palomeras sobrecoge. Baja más agua que nunca. Tras llegar a la base de la pared y enfocar con el frontal para verla, seguimos en dirección oeste y en subida hasta llegar a la carretera. Contentos de no habernos embarcado. Esta subida merece la pena hacerla por el día para ver un paisaje de ensueño. Tras llegar a la carretera la seguimos hacia el este, collado de San Miguel, y ya tomamos la pista que va al Pantano de Belsué. Paramos un momento a comer al lado de un refugio pastoril, bocadillo de carne membrillo, plátano y gel. Saioa toma sus frutos secos y plátano. Comienza a hacer frío, me pongo algo de ropa. Todavía me quedará el chubasquero para cuando siga bajando la temperatura.

Parece ser que Roldán se encontraba en huída de Saraqusta, cuya conquista había fracasado, cabalgando raudo hacia su Francia natal. La persecución estaba siendo ardua y agotadora, y el noble galo se veía amenazado por varios flancos. El acoso provocó que el caballero buscara una salida ascendiendo por la peña de Amán, que termina en un cortado cuya foz recorre el río Flumen. Roldán tiró con fuerza de las riendas, deteniendo el corcel justo al borde del precipicio. Los perseguidores, seguros de haber dado caza a su presa, hicieron cabriolas con sus caballos y dieron mandobles al aire antes de acercarse al héroe francés. Éste, para sorpresa de aquellos que le acorralaban, picó las espuelas y se lanzó al vacío. Ante los ojos de sus perseguidores, el corcel dio un salto tan prodigioso que, en lugar de precipitarse al fondo del cortado, consiguió llegar al otro extremo, estampando sus huellas, todavía visibles según algunos, sobre la peña de San Miguel.


Seguimos la pista hacia el norte, pronto llegamos al mirador del Salto Roldán, lo dejamos a la derecha, y seguimos la pista pegada al mismo, hay otra pista a la izquierda de ésta que te lleva hasta el Refugio de Belsue, de Peña Guara y al embalse de Belsue. La seguimos unos 300 metros, a la izquierda sale una senda recientemente limpiada que lleva al Dolmen de Belsue o la Piatra. Sube al inicio un poco, pero enseguida baja, y va por un bosque de pinos precioso, y por zona norte, húmeda. Cruzamos dos barrancos que bajan con mucho agua y llenamos los botellines de agua. Pasamos junto a una caseta de pastores bastante deteriorada. Y siguiendo la senda sin ningún problema y tras cruzar otro barranco seco, nos vamos acercando a un collado donde está el Dolmen de Belsue. Hay que separarse del camino unos 30 metros. Lo visitamos. Volvemos sobre nuestros pasos y seguimos una pista hacía el norte, a los 100 metros un cartel nos indica dirección este el camino al embalse de Belsue. Lo seguimos y va llaneando y bajando, con algún leve repecho. Conforme nos acercamos al embalse se oye cada vez mas el estruendo de alguna cascada del río Flumen. Pasamos por una carbonera (lugar donde hacían carbón vegetal hace unos años. Este oficio de carbonero ya ha desaparecido). Nos miramos las siluetas al fondo sur del Salto de Roldan, a lo lejos se ven unas pocas y pequeñas luces, suponemos que es Apies. A partir de aquí la oscuridad absoluta hasta que lleguemos al valle de la Guarguera, unas cuantas horas. Ninguna referencia luminosa. Llegamos primero al Embalse de Cienfuens, a la izquierda los acantilados del mismo nombre. Porque lo dicen los mapas, pues no los vemos. Y hablando de mapas, se nos ha quedado en casa. Mejor, así no se estropearán. Al llegar al embalse, que es estrecho y largo, aparece una pista con varios túneles. Enseguida llegamos al embalse de Belsue, cruzamos por su presa, y seguimos la senda sale hacía el norte, y sin pérdida nos lleva hasta el puente de Luxera. Lo cruzamos, llegamos a la carretera del Túnel de la Manzanera a Nocito, la seguimos hacía el norte, y enseguida tomamos una senda que nos llevará hasta Luxera. Aquí nos volvemos a perder, pero en lugar de volver, vamos a la pista, que está a 1 minuto, y a unos 50m. ya se ve el desvío a Luxera por el camino natural de la Hoya. Lo seguimos y enseguida llegamos al Pueblo de Luxera, recientemente adecentado. Tomamos una barrita. Y ya por senda que sale al norte, encaminamos nuestros pasos hasta Ibirque. Tanto Luxera como Ibirque llevan abandonados desde los años 60. Luxera todavía tiene alguna casa en pie, pero Ibirque está totalmente derruido. En su tiempo usaban las casas y la iglesia para encerrar el ganado, generalmente vacuno. Antes de llegar a Ibirque nos penderíamos dos veces. La primera seguimos una senda, pero enseguida me entran las dudas, se va vistiendo de arizones. Volvemos sobre nuestros pasos. Llegamos donde nos habíamos desviado, y seguimos de frente, hay que cruzar un barranco, y tras cruzarlo y mirar bien, vemos que por allí va la senda correcta. La segunda pérdida es poco antes de llegar al pueblo. Como no hay luces, no hay referencias. Cruzamos un barranco, y no vemos ninguna senda. Sin volverlo a cruzar seguimos bordeándolo hacía el norte. Enseguida nos topamos con la senda buena y las paredes de los caminos de Ibirque. En la Iglesia de Ibirque tomamos el segundo tentempié completo. Saioa se sale de la Iglesia por si las moscas. Pocas. Porque comienza a hacer frío. Y tras almorzar comenzamos a correr por la pista que sale al norte. Con marcas de la GR 16, que se supone que es la que no debemos perder, pues nos llevaría a Biescas. Notamos que hace frío, de repente vemos que cae una fuerte rosada, por lo
que nos ponemos el chubasquero. Cruzamos una pista y subimos durante 10 minutos. Aquí comienza la bajada a la Guarguera. Al salir de Ibirque no hemos cruzado con un árbol seco y podrido, podría ser un nogal, pero no me fijé bien.

Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.


Comenzamos la bajada hasta Gesera, en plena Guarguera (valle del cruzado por el río Guarga, y zona prácticamente despoblada, solamente queda algún lugareño que se resiste al abandono, con la excepción de los pueblos rehabilitados de Aineto y otro cuyo nombre de momento no me acuerdo). Este descenso es una trialera clásica de BTT. En este descenso no perdemos un par e veces. La primera siguiendo unas huellas de bicicleta nos sacan de la pista. Y tras un rato de duda, y como no me suena nada. Volvemos sobre nuestros pasos a tomas la senda buena. Afortunadamente la cogemos. Y ya despacio, nos fijamos donde nos habíamos equivocado. La lógica parecía la que cogimos, la mala. Y la segunda es una pérdida distinta. Dejé de ver a Saioa y su luz. ¡ostias! ¡Qué pasa aquí! Si aquí nos perdemos de vista, hay que llamar a la guardia civil. Vuelo, grito ¡Saioa, Saioa!, al fin aparece. Me dice que ha cambiado de frontal. Le digo que otra vez avise, que si nos perdiéramos lo tendríamos crudo. Yo me conozco todo porque lo he hecho hace pocos día para inspeccionarlo, pero Saioa no se lo conoce. Y una perdida por estos lares … pues eso… a la Guardía Civil. Sin mas contratiempos y tras coger agua de nuevo en un barranco llegamos a Gesera. Pueblo en plena Guarguera, deshabitado, pero no abandonado. Sus casas están en pie. Hay un coche. Luego hay gente durmiendo, que por supuesto no aparece. Tomamos una barrita, y a correr tocan. Salimos del pueblo por la carretera, que a su vez es GR16, son un par de kilómetros que se hacen pesados. Cruzamos el puente sobre el Guarga, y al otro lado sale una desdibujada senda marcada con algún mojón y marcas de GR, nos perdemos una vez, pero sin querer volvemos a la senda. Y ya llegamos a una granja. La GR va por detrás, pero es mejor seguir la carretera recién asfaltada que bordear la granja. Y así por la carrera asfaltada, hace cuatro días pista, llegamos al pueblo de Castiello de Guarga. Este pueblo está habitado según el censo del 2009, tiene 3 habitantes, unos días antes que lo visité para inspeccionar la ruta desde Gesera a Osan vi a 2. Me informaron amablemente por donde iba la GR, pues al llegar al pueblo ví la última marca, y no se puede cruzar pues la zona de la plaza y la Iglesia están valladas y siendo usadas como cuadras para el ganado. Solamente están en pie las dos casas al oeste donde viven y una nave para los tractores y la maquinaria agrícola, el resto está en ruina. Su iglesia también. Hay que cruzar por un campo de la parte baja del pueblo al norte, hasta que se llega a una buena pista. Esta pista para camiones, era y es la GR, aunque ahora sin apenas marcas y sin sendo, solo pista. Que es ancha, con buen firme, por lo que se puede correr bastante. A partir de aquí ya no tendremos ningún problema de orientación, es zona bien marcada y conocida de hace pocos días. Tras un gran trecho de pista, que va subiendo y llaneando, se llega a una bifurcación, y seguimos la principal, la de la izquierda subiendo, la de la
derecha la seguí el otro día durante un rato y ví una marca de GR en cruz, eso indica que por allí no va la GR. Tras otro tramo de pista bastante largo, y en el que en las subidas fuertes andamos llegamos al cartel indicador de recorridos (Abenilla, Castiello de Guarga, Sandias y Ceresola, Yebra de Basa), bastantes flechas en diferentes direcciones. Aquí paramos a tomar el último tentempié completo (bocadillo y gel, plátano ya no nos queda) antes de llegar a Osan. Ya prácticamente es todo bajada hasta el puente del río Basa tras pasar Allue.

Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.


Comenzamos la bajada en dirección este por la ancha pista, los postes indicadores nos llevan por ella. Una pista que conocemos del año pasado en la vuelta que hicimos por la Guarguera. La bajada es rápida hasta un collado, donde vuelve a haber carteles indicadores, tomamos el camino de Yebra, otro sube por la pista hacia Sandias. Saioa comienza la subida a Sandias, pero la freno. ¡Qué no es por allí! Este camino comienza por un bosque de pinos recién limpiado. Enseguida llegamos a cruzarnos con un barranco en el que paramos a llenar los botes de agua y a beber. Continuamos bajando, y una nueva bifurcación de caminos antes de un barranco, el de la derecha va a Yebra de Basa, el de la izquierda que cruza el barranco a Allué. Este es el que tomamos, tras alguna pequeña subida y bajada, se llega al refugio derruido de San Antón, donde hay una pista con carteles que indican a Abenilla, Yebra de Basa y Allué. Seguimos este último, que en fuerte bajada nos lleva a cruzar un barranco y luego tras una breve subida empalma con la PR que viene de Sabiñánigo. Ya se divisa a lo “cerca el pueblo”. En los aledaños del pueblo ha habido unos pequeños desprendimientos por lo que nos salimos del camino y cruzamos unos campos de cultivo para adentrarnos en el pueblo. No vemos a nadie. Por lo que seguimos por la pista hasta el puente que cruza el río Basa. Destruido por la corriente del río este invierno. La senda a Ossan cruza por un túnel, debajo de la carretera de Sabiñánigo a Yebra de Basa, y va por la izquierda de una Nave, subiendo por un barranquillo seco. Siguiendo los mojones llegamos a la carretera de Osan. Enseguida cruzamos el puente, subimos por una senda vertical a coger una pista, y llegamos a la carpa tras haber recorrido 67km. y 2.100 metros de desnivel acumulados positivos, en 10h. 50m. Saludamos a los conocidos y vamos a coger el dorsal y cambiarnos de camiseta para iniciar la salida de la carrera “Osan Cross Mountain”, 17km. y 1.000m. positivos. Pero esto ya es otra historia.

Estamos contentos de haber finalizado bien esta pequeña aventura. Cansados pero hemos llevado un buen ritmo que nos permite hacer la carrera. Nos la vamos a tomar de relax, saliendo a la cola del pelotón. Para finalizar Samuel nos entregó un detalle sorpresa de “Finisher”. Made in Teresa.

Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.

Por Javier Sanagustin.

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